José María Villalta: burgués o proletario

José María Villalta ha construido su carrera política sobre la defensa de los sectores más vulnerables, el rechazo al neoliberalismo y la promoción de una Costa Rica más equitativa.

Su imagen como abanderado de la izquierda tica ha resonado entre jóvenes, sindicatos y activistas sociales. Sin embargo, tras casi una década en la Asamblea Legislativa, cabe preguntarse si ese discurso progresista se sostiene frente a la realidad económica que le ha permitido el sistema que tanto critica.

Si Villalta accede a una tercera diputación —algo que, según los resultados de la convención interna del Frente Amplio, es altamente probable— habrá acumulado un total de doce años como legislador. Con un salario mensual que ronda los ₡4 millones brutos, su ingreso total como diputado superaría los ₡576 millones, equivalentes a más de un millón de dólares, en un período de 20 años. Esto lo sitúa muy por encima del ciudadano promedio costarricense, que percibe alrededor de ₡5 millones al año (o $10 mil dólares). Es decir, el líder del partido que combate las desigualdades ha ganado, gracias al Estado, más de cien veces el ingreso anual de una persona trabajadora promedio.

Esto no se trata de satanizar el éxito económico o de exigir a los políticos que vivan en la miseria, sino de señalar una contradicción entre el discurso y la práctica. Villalta ha defendido con vehemencia reformas estructurales contra las élites económicas y políticas del país, muchas veces denunciando los privilegios de los poderosos e incluso a “los mismo de siempre”.

Sin embargo, su trayectoria muestra que ha operado cómodamente dentro de ese mismo sistema: percibiendo altos salarios públicos, asegurando protagonismo político, y acumulando influencia sin haber impulsado una transformación sustancial en la estructura del poder económico. Es difícil sostener un discurso revolucionario desde la cima de la pirámide.

A esto se suma la escasa renovación en el liderazgo del Frente Amplio. Villalta no solo ha sido la cara visible del partido desde hace más de una década, sino que su presencia ha opacado la aparición de nuevas figuras o visiones. Si bien es legítimo que busque reelegirse como diputado (porque como candidato a presidente sabe que no tiene opción), su continuidad perpetúa una estructura cerrada que reproduce el mismo poder político que dice combatir.

Así, el caso de José María Villalta representa un ejemplo claro de cómo las estructuras de poder pueden absorber incluso a quienes se presentan como sus críticos más acérrimos. Su carrera es un recordatorio de que en política, las ideas pesan, pero también lo hacen los cheques. Y cuando el abanderado del anticapitalismo vive con ingresos de clase alta pagados por el Estado, el discurso de justicia social comienza a sonar vacío.

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